Azul
14 June 2010
El bar era una vieja tasca con mostrador de zinc, sillas de formica, un televisor encendido y fotos del Rayo Vallecano en la pared. No había nadie más que el camarero, un hombre flaco, a quien la camisa llena de lamparones daba un aspecto infame mientras mientras barría con aire despectivo el serrín del suelo, lleno de servilletas arrugadas y cáscaras de cacahuete. Tenía enfrente un espejo con publicidad de cerveza San Miguel, y su cara se reflejaba entre la lista de tapas y raciones escrita encima con letras blancas. Veía sus ojos exactamente entre las palabras ensaladilla rusa y pulpo a la gallega, lo que tampoco era para levantarle el ánimo a nadie. Pidió ginebra azul con tónica, que el barman sirvió con una mirada de curiosidad.
—Quiero acostarme con ella —le dijo al camarero.
—Todos queremos eso —respondió el otro, filosófico, sin dejar de barrer.
Asintió, y por fin se llevó los labios al vaso. Bebió un poco, volvió a mirarse en el espejo e hizo una mueca.
—El problema —dijo— es que no juega limpio.
—Nunca lo hacen.
—Pero es guapísima. La muy perra.
—Todas lo son.
El camarero había dejado la escoba en un rincón, y de vuelta tras la barra se servía una cerveza. Contempló las fotos del Rayo, sacó unas monedas y se puso a jugar con ellas sobre la barra.
—Estoy metiéndome en un lío.
Esta vez el camarero no respondió enseguida. Observaba la espuma de la cerveza en el borde de su vaso.
—Igual ella vale la pena —dijo al cabo de un instante.